lunes, 8 de febrero de 2010

Matar guachos no es tan malo

“Matar guachos no es tan malo”. Si lo escuchás así, como una conversación ajena en el bondi te puede llegar a dar cosita. Eso es lo divertido de escuchar las cosas por arriba. Esa es también la cagada de escuchar las cosas por arriba. Uno se pierde el centro. Todo, hecho por arriba, te hace perder el centro.
Falucho Borrego era un tipo excéntrico. A él le gustaba escuchar las conversaciones ajenas en los bondis. Esa tarde en el 526 se asustó un poco al oír las palabras que salían de la boca de la vieja que iba sentada en el asiento de atrás. No todos los días es que escucha uno a una doña proferir tales juicios. No importa lo que viene después. Para Falucho solo importa la superficie. “¿Cómo que matar guachos no es tan malo?”, se preguntaba confundido, mientras se dirigía a la librería a comprar el último libro de Pepe Mulheiro. No lo juzguen por eso. Supo leer a Salinger, a Toole, a Hunter Thompson y a Cortázar. A todos los que leen los cooleros. Pero se seguía quedando con Pepe Mulheiro. ¿Por qué? A muchos les cuesta ver la belleza de lo simple. Probablemente a él no, pero hay algo en “Chistes de gallegos vol. XX” que ni la afilada pluma de Jack Kerouac podría alcanzar en el mayor de los esfuerzos, que ni el sarcasmo brutal de Hunter Thompson podría rozar aún en 3 o 4 libros más. Es el origen de todo. El santo grial al final de la aventura, el spam de los Monthy Pyton. Lo simple de lo infantil.
Mientras el escucha de colado buscaba respuesta a la interrogante que se le planteo el móvil de transporte colectivo capitalino, llego a la conclusión de que de alguna manera tenía que dejar algunas de sus costumbres infantiles de lado, como la de escuchar conversaciones ajenas en el bondi o leer libros de chistes de gallegos. Matar al guacho. Fue a Jenny y se compró “El año de la muerte de Ricardo Reis”, de Pessoa. A las 4 páginas lo tiró por el wáter. “Si a mi Pessoa no me gusta. Prefiero una colonoscopía con una Bic”, resopló en voz baja. El ofendido tomo del literato portugués asomó por el borde del retrete e intentó armar una escena. Como Falucho era medio pelotudo se enfrascó. Grueso error. “Nunca discutas con lo que no existe” le grito una edición de 1982 de “Crítica de la razón pura” de Kant. “Andá a la puta que te parió” Le respondió Falucho, que en realidad estaba ofuscado consigo mismo por haberse dejado influenciar por el pretensioso libro de pelo corto de un autor muerto hace una bocha de años.
Finalmente volvió a la librería, un poco más sabio, un poco menos boludo, y se llevó un libro de chistes de judíos. Convencido de que no hay que matar a todos los guachos, solo los que te cagan a pelotazos la azotea.